viernes, 23 de octubre de 2009

de La Ciudad y los Perros:

La Ciudad y los Perros
de Mario Vargas Llosa
(comentario temático)

“Mientras la Vida, dice el eminente psicólogo alemán Erich Fromm, se caracteriza por el crecimiento de una manera estructurada y funcional, el individuo necrófilo ama todo lo que no crece, todo lo que es mecánico. La persona necrófila se mueve por un deseo de convertir lo orgánico en inorgánico, de mirar la vida mecánicamente como si todas las personas vivientes fuesen objetos. Todos los procesos, sentimientos y pensamientos de vida se transforman en cosas. La memoria y no la experiencia; tener y no ser es lo que cuenta. El individuo necrófilo puede realizarse con un objeto – una flor ó una persona – únicamente si lo posee; en consecuencia, una amenaza a su posesión es una amenaza a él mismo, si pierde la posesión, pierde el contacto con el mundo”. “Ama el control y en el acto de controlar mata la vida”.
La opresión, que no es sino un control aplastador, es necrófila. Se nutre del amor a la muerte y no del amor a la vida. Desde el momento en que se fundamenta sobre un concepto mecánico, estático, especializado de la conciencia y por el cual, transforma a los individuos en recipientes, en objetos, no puede esconder su marca necrófila. No se deja mover por el ánimo de liberar el pensamiento mediante el accionar de los hombres, los unos con los otros, en la tarea común de rehacer el mundo y transformarlo en un mundo cada vez más humano.
Su ánimo es justamente lo contrario: el de controlar el pensamiento y la acción conduciendo a los hombres a la adaptación del mundo. Equivale a inhibir el poder de creación y de acción. Y al hacer esto, al obstaculizar la actuación de los hombres como sujetos de acción, como seres capaces de opción los frustra.
Así, cuando por un motivo cualquiera, los hombres sienten la prohibición de actuar, cuando descubren su incapacidad para desarrollar el uso de sus facultades, sufren.
Sufrimiento que proviene “del hecho de haberse perturbado el equilibrio humano”. El no poder actuar, que provoca el sufrimiento, provoca también en los hombres el sentimiento de rechazo a su impotencia. Intenta entonces “reestablecer la capacidad de acción”.
Sin embargo, ¿puede hacerlo? ¿y cómo?, pregunta Fromm. Y responde que un modo es el de someterse a una persona ó grupo que tenga poder e identificarse con ellos. Por esta participación simbólica en la vida de otra persona, el hombre tiene la ilusión que actúa, cuando, en realidad, no hace sino someterse a los que actúan y convertirse así en una parte de ellos.

Tomado de "El Corazón del Hombre" de Erich Fromm.

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