Una niña pequeña, con unas alas enormes
"El tipo maduró pronto
y se pudrió bien temprano,
un barro que asfixia esa anguila es la salvajada"
J. C. Solari
Lara tiene 14 años y está descerebrada. Una mezcla
mortífera de estimulantes y ketamina más una buena dosis de “gomazos” en el
lomo que le aplicaron en la comisaría del menor. Terapia de resocialización en
manos de una tropa de primates. No tiene opciones, está virtualmente muerta.
Hoy leí su cuerpo como un jeroglífico de tatuajes mientras su novio me
descifraba el significado de cada uno. Como en las paredes de un templo hindú
estaban allí los íconos de sus pasiones púberes. Una galería de amores enanos e
imposibles -como casi todos-, triviales y falsos pero que la sostuvieron el
corto tiempo en que el mundo la maltrató hasta matarla. Pude ver al “Diego”
sobre su omóplato derecho, al “Che” en el izquierdo, las cadenas de “Oktubre” en
el brazo, una serpiente horrible justo donde termina el hombro, una mujer
-desconocida para mí, pero que se llama Gilda- entre sus dos pechos
incipientes, dos enormes alas de pájaro que le nacían desde los omóplatos
El pibe le trajo un par de zapatillas nuevas,
impecables. Por lo que intuyo, robadas. Me preguntó si podía ponérselas y lo
hizo. Dijo que ella siempre las quiso y que ahora ya las tiene y que nunca es
tarde…y todas esas cosas. Me pidió permiso para besarla como si fuese de mi
propiedad. Se quitó sus auriculares y se los colocó a ella. Puso el reproductor
debajo de la almohada y apretó play: “se lo grabé anoche: Intoxicados y la
Agrupación Marylin, le va a gustar”. Pensé que se trataba de un
diagnóstico y de un grupo de ayuda mutua pero no me animé a preguntar. Luego lo
saqué del hospital acostado en el asiento trasero de mi auto porque, según me
explicó, "el poli de la puerta me anda buscando por unas
pendejadas". Se bajó en la esquina. Caminó unos pocos pasos y volvió.
Se asomó a través de la ventanilla y me dijo casi al oído: "Muy pronto
me tendrás a mí en esa cama, pero no habrá nadie que me venga a ver. Guardame
una de las zapatillas y me la ponés cuando me toque. Así cuando yo también me
vaya adonde sea que nos mande la muerte nos buscaremos mirándonos los
pies". Le prometí hacerlo y le pedí que se cuide. Lloraba. Entendí
que yo no entendía muchas cosas.
Hace apenas unos minutos me despedí de ella. Apreté su
mano helada y la retuve unos segundos. Le acaricié la frente. Sequé un hilo de
baba blanca que se escurría desde su boca. Bajé su párpado izquierdo
parcialmente abierto que desnudaba un ojo inútil. Le hablé sin mover los labios
para que pueda escucharme.
¡No puedo hacerlo chiquita! Nunca pude. Ya sé que
estamos prolongando este vacío. Ya sé que tus catorce años han clavado los
frenos en esta estación. No te enojes. Son siglos los que me atan las manos.
Secretos imperativos que me llegan desde el fondo de los tiempos. Yo no creo en
ellos, pero me mandan. Tendrás que hacerlo vos. Otra vez estarás sola, pero
será la última. Yo seré tu nave escolta. Orbitaré alrededor tuyo como un
satélite inútil, absurdo, que gira en la noche eterna del espacio buscando el
final. Haré lo que pueda. Puras pequeñeces.
Cancelaré a estos imbéciles que se empeñan en impedir
que tu vieja haga de vos un ángel. Les taparé la boca cuando le llenen las
manos de motivos, de culpas, de causas y explicaciones. Ella no quiere
escucharlas. Calla. Luego, en silencio, vuelve a construir tu falsa biografía.
Rehace la historia a su gusto y, de esa oscura manera, te rinde su homenaje.
Luego, algún idiota vuelve a abrir la puerta y le cuenta otra vez la historia
que ella se empeña en borrar. Los institutos, las sustancias, las fugas, el
sexo imprudente, el combustible químico que te consumió tan temprano. Les
cerraré la boca. Lo prometo. Dejaré que haga de vos un ángel falso que la
acompañe para siempre. Ninguno de estos súbditos de lo real le complicará más
la construcción de esos recuerdos. Ahora teje la trama de imágenes con las que
te va a recordar el resto de sus días. Te inventa tal como te soñó en su
vientre. Yo sé que te dejarás moldear como si fueras de arcilla para ofrecerle
tu último regalo. Permitirás que te invente la historia que hubiese querido y
no lo que te permitieron vivir. Te atrapará en sus sueños como a un barco en
una botella. También dejaré entrar al padre Rafael, pero sólo por que ella me
lo pide. Luego me pararé ante él y le diré que si te toca, que si te habla, que
si te condena o te perdona, saldrá de acá tan rápido como ha llegado, porque sé
que es lo que vos me pedirías. Te defenderé de su perdón como de la peste. Porque
te conozco. Porque ya estuvimos juntos antes de ahora y me dejaste saber, sin
que se te escape una lágrima, sobre esa sombra negra que algunas noches te
visitaba en el "Hogar" mientras vos te quedabas quietita como
una muerta. Y esa mano pesada, y esa saliva espesa, y ese olor a incienso y a
vino. Y tu palabra secreta diciéndote hacia adentro “mamá” sin
emitir un sonido. Mil veces "mamá" como si esa palabra
fuese un conjuro contra el horror del mundo. Entonces, por primera
vez comprendiste que la soledad era un destino y que ya nada tenía
remedio. Porque me contaste esa y tantas otras cosas hace pocos meses cuando
aún podía reparar las heridas de tu cuerpo y devolverte allí donde volverían a
lastimarte con mayor ferocidad. Y lo sabía, ¡juro que lo sabía! Y aún así te
dejé ir.
No es
mucho lo que tengo para ofrecerte, lo sé. Soy tan pequeño. Soy tan inútil. Soy
tan ajeno al coraje con que enfrentaste el pogo mortal de estos pocos
años. Aquí, en Liliput, todos somos enanos. Tememos tanto a los fantasmas y a
los gigantes. A veces el pánico nos hace crueles, insensibles, depravados. En ocasiones, nosotros asesinamos, impidiendo morir. Finalmente– no te engañes–soy uno de
ellos. Lo siento. Este es mi límite. No puedo hacerlo chiquita. Nunca, nunca podré.Tendrás
que hacerlo vos. Otra vez estarás sola, pero esta vez; será la última.