miércoles, 23 de enero de 2013

de Apocalypto: film de Mel Gibson



“ Y un hombre se sentó solo.”


Hundido profundamente en la Tristeza.

Y Todos los animales se le acercaron y dijeron…

“No nos gusta verte tan triste.

Pide lo que deseas, y lo tendrás.”



El hombre dijo:

“Quiero tener buena vista”

El buitre respondió:

“Tendrás la mía.”

El hombre dijo:

“Quiero ser Fuerte.”

El jaguar dijo:

“Serás fuerte como yo.”

Luego, el hombre dijo:

“Anhelo saber los secretos de la Tierra.”

La serpiente, respondió:

“Yo te los mostraré.”

Es lo que le dijo.



Y así, sucesivamente;

Con todos los animales…

Y cuando el tuvo,

Todos los Dones que podían darle;

Entonces, se marchó.



Entonces, el buho;

Les dijo a los otros animales:

“Ahora el hombre sabe mucho,

y puede hacer muchas cosas”

“De repente, tengo miedo”



El ciervo dijo:

“El hombre tiene todo lo que necesita”

“Ahora su Tristeza pasará.”



Pero el buho respondió: “No”

“Ví un agujero en el hombre…,

Profundo…,

como un apetito que nunca se llenará”



“Es lo que lo entristece, y lo que lo hace desear”



“Seguirá tomando y tomando;

Hasta que un día;

El Mundo diga:

“Ya no Existo.

Ni tengo nada más que Dar”



Apocalypto

de Julio Cortázar (3):


Julio Cortázar
Poeta y Escritor Argentino
(1914 - 1984)

    Dadora de playas


De tus muchísimos amantes guardas destrezas,

inesperados sesgos,

caprichos repentinos y falsas negativas que una sonrisa desmantela,

quizá la intermitencia de unos ojos hincados en el goce

...

y bruscamente, sin aviso,

esa obstinada negativa a abrir los párpados,

no sé, cosas esquivas,

cambios que remontan a gustos superpuestos,

a músicas distintas, a tantos bares donde diferentes manos te leyeron

y donde diferentes nombres entraron en tu alerta indiferencia

de pasajera, de indescifrable francotiradora.

A mi vez dejaré en tu piel la huella de estas ceremonias,

de hábitos definidos, de maneras y de ángulos,

oh arena donde tantos arquitectos levantaron sus torres y sus puentes,

para que el viento las llevara mientras tú te volvías al malecón o al bar;

virgen a tu manera,

la manera mejor y más hermosa de ser virgen;

dadora de las playas para los nuevos juegos.



de Ernesto Sábato:




Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos.

El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad.

Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es, de alguna manera, una indignidad.

lunes, 21 de enero de 2013

de Eduardo A. Mallea:

Eduardo A. Mallea
Poeta y Escritor Argentino
(1903 - 1982)

El desprecio

“… Me levanté en espíritu y abrí los ojos sobre esa realidad. Me sentí extrañamente lleno de angustia y furia. Me llené de desprecio y amor. Creí haber llegado a un momento fértil de mi vida, a ese en que el torbellino del alma nos dice cuáles son nuestros odios fuertes, cuáles nuestros amores fuertes; qué es lo que llevamos en nosotros frágilmente y qué lo inconmovible, lo rudo, lo perdurable; qué es lo que llevamos hecho ruina y qué lo que llevamos de naturaleza imbatible. Y estaba ahí circundado por los dos países, aquel contra el que me levantaba, en el que no me resignaba a vivir, aquel del que quería conservarme inexorablemente alejado; y el otro, el creador, el país verdadero, el país mío, mi país, mucho más fuerte que el otro; como son más fuertes que la ola externa las corrientes de profundidad.

No pasa de ser un engaño creer que nuestros amores y nuestros odios se originan al azar; esos sentimientos elementales hacen de nosotros criaturas elementales, nos recogen, antes de devolvernos en la pasión con mayor fuerza, en las playas de nuestro propio yo, y cuanto más cerca estamos de nosotros, es cuando somos más elementales; no se ama ni se odia de un modo instintivo e infantil, y aún en el amante más parco de corazón, esos movimientos del ánimo lo tienen todo de borrasca y nada de reflexiva continuidad; oscura borrasca querer y oscura borrasca odiar, como es oscuro todo en el niño que llora y ríe según secretos humores; oscuro e instintivo, pero con nada de azar; todo, como en el niño, atado a leyes inmanentes en cada organismo. Lo que odiamos y lo que amamos son el fruto del extraño florecimiento de nuestro grano una vez muerto, la especie de bien que pueda al fin conceder libertad a la confusa, compleja y contradictoria maraña de nuestros males; odiar y amar son: saber al fin lo que queremos; y tal vez el único modo que tiene el hombre de abrirse paso en sí y salir afuera, forma por la que escapa un día de su intrincada selva…”

Historia de una pasión argentina (1937) – Eduardo Mallea.