jueves, 19 de noviembre de 2009

de Nietzsche:

Nietzsche Pop Art
"Die Arbeit, so dass ein unendlicher Horizont gibt nicht einschüchtern,so gewählt, dass wenn du dein Leben wieder erleben, konnte dies tun, ohne Angst"

"Obra de modo que un horizonte de infinitos retornos no te intimide; elige de forma que si tuvieras que vivir toda tu vida de nuevo, pudieras hacerlo sin temor"

de Schopenhauer:

Arthur Schopenhauer

" Denn da der ganze Mensch nur die Erscheinung seines Willens ist; so kann nichts verkehrter sein, als, von der Reflexion ausgehend, etwas Anderes sein zu wollen, als man ist "


" Puesto que el Hombre en su totalidad es sólo el Fenómeno de su Voluntad, nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la Reflexión, querer ser algo Distinto a lo que se es "

de Voltaire:

Francois Marie Arouet Voltaire

" Je ne suis pas d´accord avec vos idées, mais je défendre votre droit sacré pour les exprimer "

" No estoy de acuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas "

miércoles, 18 de noviembre de 2009

de Diógenes de Sínope (2):


Encuentro entre Alejandro Magno y Diógenes de Sínope

Al oír hablar sobre Diógenes, Alejandro Magno quiso conocerlo. Así que un día en que el filósofo estaba acostado tomando el sol, Alejandro se paró ante él.
Diógenes se percató también de la presencia de aquel joven espléndido. Levantó la mano como comprobando que, efectivamente, el sol ya no se proyectaba sobre su cuerpo. Apartó la mano que se encontraba entre su rostro y el del extraño y se quedó mirándolo.
El joven se dió cuenta de que era su turno de hablar y pronunció:
- "Mi nombre es Alejandro El Grande". Pronunció esto último poniendo cierto énfasis enaltecedor que parecía más bien aprendido.
- "Yo soy Diógenes el perro"
Hay quienes dicen que retó a Alejandro Magno con esta frase, pero es cierto también que en Corinto era conocido como Diógenes el perro. Alejandro Magno era conocido en la polis así como en toda la Magna Grecia.
A Diógenes no parecía importarle quién era, ó quizá no lo sabía.
El Emperador recuperó el turno:
- "He oído de ti Diógenes, de quienes te llaman el perro y de quienes te llaman sabio. Me place que sepas que me encuentro entre los últimos y, aunque no comprenda del todo tu actitud hacia la vida, tu rechazo del hombre virtuoso, del hombre político, tengo que confesar que tu discurso me fascina".
Diógenes parecía no poner atención en lo que su interlocutor le comunicaba. Más bien comenzaba a mostrarse inquieto. Sus manos buscaban el sol que se colaba por el contorno de la figura de Alejandro Magno y cuando su mano entraba en contacto con el cálido fluir, se quedaba mirándola encantado.
- "Quería demostrarte mi admiración", dijo el Emperador. Y continuó: "Pídeme lo que tu quieras. Puedo darte cualquier cosa que desees, incluso aquellas que los hombres más ricos de Atenas no se atreverían ni a soñar".
- "Por supuesto. No seré yo quien te impida demostrar tu afecto hacia mí. Querría pedirte que te apartes del sol. Que sus rayos me toquen es, ahora mismo, mi más grande deseo. No tengo ninguna otra necesidad y también es cierto que sólo tú puedes darme esa satisfacción".
Más tarde Alejandro comentó a sus Generales: "Si no fuera Alejandro, me hubiera gustado ser Diógenes".


martes, 17 de noviembre de 2009

de Arthur Schopenhauer (2):

Arthur Schopenhauer
1788 - 1860
Pensador y Filósofo Alemán
El Mundo como Voluntad y Representación
3. Caracteres de la Voluntad de Vivir

En conformidad, vemos a menudo un ser enfermizo, raquítico y deformado por la edad, la miseria y las enfermedades, implorar desde el fondo de su alma nuestra ayuda para prolongar una existencia cuyo término debiera ser el objeto de todos sus anhelos, si el hombre fuese guiado en este punto por un criterio objetivo. En vez de ello, es la voluntad ciega quien lo determina bajo la forma de voluntad de vivir, de alegría de vivir, de valor de vivir; es un impulso idéntico al que hace crecer a la planta. Este valor de vivir puede ser comparado a una cuerda tendida sobre la escena del mundo y de la cual pendiesen las marionetas sostenidas por hilos invisibles, mientras que sus pies sólo en apariencia tocan al tablado (valor objetivo de la vida). Si la cuerda cede, la marioneta baja; si se rompiera un día, la marioneta caería, pues el piso no la sostiene más que en apariencia. En otros términos, la relajación del valor de vivir es la hipocondría, el spleen. Su agotamiento trae la inclinación al suicidio, al cual se lanza el hombre por el motivo más nimio, a veces imaginario, como si se buscase camorra a sí mismo para matarse, como otros la buscan a otra persona; y hasta se da el caso de matarse sin motivo alguno.

La misma causa que obliga al hombre a soportar la vida le lleva también a agitarse y moverse para vivir. Nadie se mueve por impulso propio; la necesidad y el tedio son las cuerdas que ponen al peón en movimiento. De aquí que todos nuestros estados, así en su conjunto como en sus pormenores, lleven impreso el sello de la coacción: el individuo, perezoso en el fondo y anhelando el reposo, pero obligado a avanzar, se asemeja al planeta en que habita, al cual la fuerza que le impulsa hacia adelante es lo único que le impide caer sobre el sol. Así, pues todo está en estado de tensión perpetua y de movimiento forzado y la marcha del mundo se efectúa como decía Arisitóteles (De coelo 11, 13) ou fisei, alla bia (motu, non naturali, sed violento). Los hombres no son atraídos más que en apariencia, pues en realidad son empujados; no les atrae la existencia, es la necesidad lo que les espolea. La ley de motivación, como toda causalidad, es una pura forma del fenómeno. Dicho sea de pasada, éste es el origen del lado cómico, burlesco, grotesco y caricaturesco de la vida, pues cuando los individuos son empujados por detrás contra su voluntad, gesticulan y se mueven como pueden, y la confusión que de aquí nace ofrece un aspecto de los más grotescos; más no por eso son menos serios los dolores de la vida.
En todas estas consideracones se descubre claramente que la voluntad de vivir no es una consecuencia del conocimiento de la vida, no es, en cierto modo, una conclusio ex praemissis ni nada secundario; antes al contrario, es lo primero de lo primero, la premisa de todas las premisas, y precisamente por esto aquello de que la filosofía debe partir, pues la voluntad de vivir no existe como una consecuencia del mundo, sino el mundo como una consecuencia de la voluntad de vivir.




de Arthur Schopenhauer (1):


Arthur Schopenhauer
1788 - 1860
Pensador y Filósofo Alemán
El Mundo como Voluntad y Representación
3. Caracteres de la Voluntad de Vivir
(fragmentos)

Veamos ahora lo que sucede en la raza humana. En ella la cuestión se complica, revistiendo grave aspecto, pero el carácter principal sigue siendo el mismo. La vida se nos revela también aquí, no como un goce, sino como un tema, como un deber que hay que cumplir. Lo que en ella encontramos es también miseria por todas partes, fatiga constante, confesión perpetua, lucha eterna, agitación forzosa, los esfuerzos más extremados de cuerpo y de espíritu. Millones de hombres agrupados en naciones aspiran al bien común; cada individuo a su bien particular; pero esto no se consigue sino a costa de millares de víctimas. Los hombres se ven lanzados a la guerra, ya por insensatas quimeras, ya por sutilezas políticas.

Entonces es preciso que la sangre corra a torrentes. Cuando reina la paz, la industria y el comercio prosperan, se hacen descubrimientos asombrosos, los navíos surcan los mares en todas direcciones y se recorre hasta los confines del mundo para buscar tesoros de todas clases, y las olas se tragan los hombres a millares. Todos se agitan, los unos con el pensamiento, los otros con la acción; el tumulto es indescriptible, pero ¿cuál es el resultado final?. Permitir que las criaturas efímeras y atormentadas vivan un breve instante, a lo sumo, y en el mejor caso, en el seno de una miseria soportable que se convierte en aburrimiento, y luego hacerles perpetuar su especie, para que ésta comience el mismo trabajo.

La voluntad de vivir, mirada desde este punto de vista de la desproporción entre el trabajo y la recompensa, nos parece una tontería, ó subjetivamente como una quimera que alucina a toda criatura y que la lleva a consumir sus fuerzas, persiguiendo un fin que no tiene valor alguno. Pero después de más maduro exámen, veremos que se trata de un impulso ciego, de una inclinación sin fin ni razón.

Comparando, como antes lo hacíamos, la actividad incesante, seria, penosa, del hombre, con lo que a merced a ella obtiene ó podrá obtener, hallamos, por la desproporción que resulta, que el fin perseguido, es absolutamente insuficiente como fuerza motriz para explicar todo ese movimiento y ese tumulto sin fin. ¿Qué es un breve retraso de la muerte? ¿Qué es un débil alivio de la miseria humana, un corto aplacamiento del dolor, ó una satisfacción momentánea del deseo, junto al triunfo seguro de la muerte? ¿Tan exiguas ventajas pueden ser las causas reales que ponen en movimiento a toda la raza humana, innumerable porque se renueva sin cesar, y a la cual vemos correr, agitarse, empujarse, atormentarse, moverse convulsivamente, representar sin punto de reposo la tragicomedia de la historia del mundo, y lo que es peor, soportar la ironía de una existencia que los hombres se esfuerzan en prolongar todo lo posible?

Evidentemente, esto es inexplicable si buscamos las fuerzas motrices fuera de los personajes y pensamos que los hombres corren reflexivamente en pos de bienes cuya posesión no compensa los tormentos y trabajos que cuestan. Si la razón pudiera oírse en este asunto, ha mucho tiempo que los hombres habrían reconocido que el bollo no vale el coscorrón y habrían abandonado la partida. Más por el contrario, cada uno de nosotros defiende su vida como si fuera un precioso depósito, de que tuviera que responder y se consume entre los cuidados y tormentos que cuesta el conservarla. Ignora el porqué y el para qué, no conoce la recompensa; admite a cierra ojos y bajo palabra que el premio tiene un gran valor, pero ignora en qué consiste.

De aquí que yo haya dicho que las marionetas no están movidas por hilos exteriores, sino por un mecanismo interior. Este mecanismo, este rodaje infatigable es la voluntad de vivir, impulso reflexivo que no tiene razón suficiente en el mundo exterior. Ella es quien impide a los hombres abandonar la escena, el primum mobile de sus movimientos. Los motivos, los objetos exteriores, no determinan más que la dirección en los casos individuales, sin lo cual la causa no sería adecuada al efecto.

Toda manifestación de una fuerza natural tiene alguna causa, pero la fuerza misma no la tiene; igualmente todo acto aislado de la voluntad tiene un motivo, pero la voluntad carece de él; en el fondo, ambas cosas son una y la misma.

La voluntad es, en las cosas, el límite metafísico de toda observación en las cosas, más allá de lo cual no es posible ir.

El carácter absoluto y originario de la voluntad explica que el hombre ame sobre todas las cosas una existencia llena de miserias, de tormentos, de dolores, de angustias y, por añadidura, de aburrimiento, que si se la considera objetivamente debería ser para él un objeto de horror, siendo así que, por el contrario, nada teme tanto como ver llegar su término, que es lo único de lo que puede estar seguro.

de Goethe:

Johann Wolfgang von Goethe
por Andy Warhol

¡Licht, mehr Licht!
¡ Luz, más Luz !

jueves, 5 de noviembre de 2009

de Nicolás Maquiavelo (2):

Nicolás Maquiavelo
1469 - 1527
Político, Filósofo y Escritor Italiano
El Príncipe
XVIII. QUOMODO FIDÉS A PRINCIPIBUS SIT SERVANDA
(DE COMO LOS PRÍNCIPES HAN DE MANTENER LA PALABRA DADA)

Todo el mundo sabe cuán loable es que un príncipe mantenga la palabra dada y que viva con integridad y no con astucia. Sin embargo, en nuestros días hemos visto que los príncipes que han hecho grandes cosas han tenido muy poco en cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres, superando al final a los que se han basado en la lealtad.
Por tanto, debéis saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre; la segunda, de los animales. Pero, como la mayoría de las veces la primera no es suficiente conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente el animal y el hombre. Esto se lo enseñaron a los príncipes de forma velada los antiguos escritores, que cuentan como Aquiles y muchos otros príncipes antiguos fueron entregados al centauro Quirón (1) para que los alimentara y los custodiase bajo su disciplina. El hecho de tener como preceptor a alguien mitad animal y mitad hombre significa que al príncipe le es necesario saber utilizar cualquiera de las dos naturalezas, y que la una sin la otra no aguanta.
Así pues, como al príncipe le es preciso saber utilizar bien su parte animal, debe tomar como ejemplo a la zorra y el león; pues el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es indispensable, pues, ser zorra para conocer las trampas y león para asustar a los lobos. Aquéllos que simplemente se comportan como leones no comprenden nada de esto. Por consiguiente, un señor prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada cuando tal cumplimiento se le vuelve en contra y hayan desaparecido los motivos que le hicieron prometer. y si los hombres fueran todos buenos, este precepto no valdría, pero, como son malvados y no te guardarían a ti su palabra, tu tampoco tienes porque guardársela a ellos. Y a un príncipe jamás le faltaron motivos legítimos para justificar el incumplimiento de lo apalabrado. De esto se podrían dar infinitos ejemplos y mostrar cuántas paces y cuántas promesas han sido inútiles y vanas, por el incumplimiento de los príncipes. Y aquél que mejor ha sabido comportarse como una zorra ha salido ganando; pero es necesario saber disfrazar bien esta naturaleza, y ser un gran simulador y disimulador. Y los hombres son tan simples y obedecen tanto a las necesidades del momento, que el que engaña encontrará siempre uno que se deje engañar.
No quiero silenciar uno de los ejemplos recientes. Alejandro VI no hizo ni pensó otra cosa que no fuera engañar a los hombres, y siempre encontró a alguien a quien poder hacérselo. Y nunca hubo hombre alguno que aseverase con mayor rotundidad, y que con mayores juramentos afirmase algo y que menos lo cumpliese. Pero le salieron los engaños según sus deseos, porque conocía bien este aspecto del mundo.
Por tanto, a un príncipe no le es vital poseer las características citadas, sino parecer que las tiene. Me atreveré incluso a decir que si las tiene y las observa siempre son perjudiciales, pero que si se aparenta tenerlas son útiles. O sea, parecer compasivo, fiel, humano, íntegro, religioso y serlo; pero estar con el ánimo dispuesto de tal manera que, si es necesario no serlo, puedas y sepas cambiar a todo lo contrario. Y se ha de saber que un príncipe, y máxime un príncipe nuevo, no puede observar todo por lo que los hombres son considerados buenos, pues a menudo, para conservar el estado, necesita obrar contra la fé, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión. Pero es fundamental que tenga el ánimo dispuesto a cambiar según los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas se lo exijan, y, como se dijo más arriba, no alejarse del bien si se puede, pero saber entrar en el mal si lo necesita.
Por tanto, un príncipe cuidará de que no salga de su boca cosa alguna que no esté llena de las cinco características señaladas antes, y que, cuando se le vea y se le oiga, parezca todo piedad, todo fé, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay nada más necesario que aparentar poseer esta última característica. Y los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; porque a todos les es dado ver, pero a pocos sentir. Todos ven lo que tú aparentas, pero pocos sienten lo que eres, y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que tiene además, la fuerza del estado para que la defienda. Y en las acciones de todos los hombres, y máxime de los príncipes, donde no hay tribunal a quien reclamar, se atiende al resultado. Haga pues el príncipe todo lo posible por ganar y conservar el estado, y los medios serán juzgados honorables y alabados por todos. Pues el vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y por el resultado final de algo, y en el mundo no hay más que vulgo, y la minoría no tiene sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse. Cierto príncipe de estos tiempos, al que no está bien nombrar (2), sólo predica paz y fé, y es acérrimo enemigo tanto de la una como de la otra y, si hubiese observado una u otra, le habrían arrebatado ó la reputación ó el estado.


(1) En la mitología griega, los centauros eran una raza de seres con el torso y la cabeza de un humano y el cuerpo de un caballo. Quirón era un centauro, hijo de Crono y de la ninfa Fílira, maestro de los héroes griegos: Asclepio, Jasón, Hércules, Teseo y Aquiles.

(2) Fernando el Católico.

de Nicolás Maquiavelo (1):

Nicolás Maquiavelo
1469 - 1527
Político, Filósofo y Escritor Italiano
El Príncipe
(fragmentos)

XV

"Pues un hombre que quiera ser bueno en todo es inevitable que fracase entre tantos que no lo son. Por lo cual es preciso que un príncipe, si quiere conservar el poder, aprenda a no ser bueno, y serio o no, según la necesidad".

XVII

"Porque de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, hipócritas, huyen del peligro y están ávidos de ganancia; y mientras te portas bien con ellos y no los necesitas son todos tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y hasta a sus hijos. Pero, cuando llega el momento, te dan la espalda. Y aquel príncipe que lo ha basado todo en sus promesas, al encontrarse falto de otros preparativos se hunde. Porque las amistades que se adquieren a costa de recompensas y no con grandeza y nobleza de ánimo, se compran, pero no se poseen, y cuando las necesitas no puedes contar con ellas. Y los hombres temen menos ofender a uno que se hace amar que a uno que se hace temer. Porque el amor se mantiene por un vínculo basado en la obligación, que los hombres, al ser malvados, rompen en la primera ocasión que les viene bien; pero el temor se mantiene gracias al miedo al castigo, lo cual no te abandona jamás".