lunes, 14 de septiembre de 2009

de la Historia de la Estupidez Humana (1):

Figura: Paul Tabori

El Dr. Alexander Feldmann, uno de los más eminentes discípulos de Sigmund Freud dice: …“ Contrástase siempre la estupidez, con la sabiduría. El sabio, es el que conoce la causa de las cosas. El estúpido las ignora”.
Desde este punto de vista, la famosa frase de Oscar Wilde conserva su validez: “No hay más pecado, que el de la estupidez”. Pues la estupidez es, en considerable proporción, el pecado de omisión, la perezosa y a menudo voluntaria negativa a utilizar lo que la naturaleza nos ha dado, ó la tendencia a utilizarlo erróneamente.
¿Qué es entonces un estúpido? El "ser humano”, dice el Dr. Feldmann, “a quién la naturaleza le ha suministrado órganos sanos, y cuyo instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente".
El defecto reside, por lo tanto, no en el instrumento, sino en el usuario; el ser humano, el "ego humano", que utiliza y dirige el instrumento.
El pensamiento humano, es esencialmente una inhibición; y si domina la vida espiritual del individuo, puede determinar la parálisis total de las emociones.
En su condición de seres emocionales, todos los hombres son iguales. Por consiguiente, el hombre estúpido es tal porque no quiere ó no se atreve a expresar su propio yo; ó porque su aparato pensante se ha paralizado, de modo que no es apto para la autoexpresión, de modo que el individuo no puede oír las directivas impartidas por sus propios instintos.
Toda actividad humana es autoexpresión. Nadie puede dar lo que no lleva en sí mismo. Cuando hablamos, o escribimos, o caminamos, o comemos, o amamos, estamos expresándonos. Y este yo que expresamos, no es otra cosa que la vida instintiva, con sus dos fecundas válvulas de escape: el instinto de poder y el instinto sexual.
Consideremos la estupidez aguda y temporaria que es fruto de la vergüenza. El sentimiento de vergüenza es más intenso y más frecuente durante la pubertad. Arraiga en la sexualidad, y responde al hecho de que la madurez sexual resulta cada vez más evidente. El ego, educado para negar u ocultar esta situación, siente que, sea cual fuere la actitud que adopte (hablar, caminar, etc) siempre está expresando lo que, precisamente, se le ha enseñado a ocultar. De este modo, se crea una situación en virtud de la cual el adolescente no puede expresarse. Es decir, el sujeto no quiere hacerlo. Hay un violento choque entre el deseo y la realización, entre la voluntad y las fuerzas deformadoras. En la mayoría de los casos triunfa la represión. La derrota del deseo y la voluntad aparecen como expresión de la “estupidez”. La risitas de las muchachas, el paso vacilante y torpe de los adolescentes, las extrañas contradicciones de la conducta de aquellas y de éstos, son las consecuencias de este conflicto.
Durante el desarrollo del ser humano, el constante esfuerzo por obtener poder, la vergüenza subconsciente ante su propio egocentrismo, y la estupidez aguda y temporaria que esta vergüenza provoca, surgen con caracteres cada vez más destacados. Sea cual fuere el centro de la actividad individual, el hombre aspira a destacarse del resto. Al mismo tiempo, teme que su intención sea evidente…ó demasiado evidente. Procura ocultarla, pero le inquieta la posibilidad de que sus esfuerzos por disimularla fracasen, ó de que se frustre por su propia ambición. Por eso en muchos casos se abstiene de actuar (estupidez pasiva) ó actúa erróneamente (estupidez activa).
Si este sentimiento de vergüenza se torna crónico, también la estupidez se convierte en condición crónica. Con el tiempo, el hombre olvida que su estupidez no es más que un desarrollo secundario; siente como si su condición fuera la de un “estúpido nato”. A medida que la estupidez lo envuelve, y que se resigna a ella, le es cada vez más difícil adquirir conocimientos, y la ignorancia se suma a la estupidez, de modo que un par de anteojeras se le agrega al otro.
Por consiguiente, la estupidez es esencialmente miedo, nos dice el Dr. Feldmann.
Es el temor a la crítica; es el temor a otras personas; es el temor al propio yo.

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